Procrastinación: qué es y qué pasa en tu cerebro cuando procrastinas
Si alguna vez has tenido la sensación de que estás procrastinando es que tu cerebro te está protegiendo
Si te estás preguntando sobre la procrastinación, qué es y cómo se puede lidiar con ella o incluso combatirla es que quizás tienes la sensación de que en tu día a día estás procrastinando. Si es así debes tener en cuenta dos cosas: muchas personas procrastinan y la procrastinación es algo multifactorial. Es decir, la procrastinación es la consecuencia de muchas cosas y, por lo tanto, lidiar con ella o conseguir reducirla a la mínima expresión no es nada sencillo.
Quizás alguna vez en tu vida hayas sentido que procrastinabas en un momento determinado o quizás es algo que haces de forma recurrente en determinadas situaciones. Hay quienes dejan para ultimísimo momento preparar la documentación para la declaración de la renta, hay quienes nunca encuentran un momento para llamar al dentista y pedir cita, hay quienes retrasan tanto como pueden la hora de ponerse a estudiar o a hacer los deberes y hay expedientes que se llenan de polvo encima de las mesas de los despachos porque nunca encuentran el momento adecuado para ponerse con ellos. Todo esto son casos de procrastinación
¿Te has preguntado alguna vez qué pasa en tu cerebro cuando procrastinas?
Nuestro cerebro ejerce una función de director de orquesta en nosotros. A lo largo de nuestra vida el cerebro aprende qué hacer y también qué no hacer. Nuestro cerebro está programado de forma instintiva y animal para velar por nuestra supervivencia. Por este motivo, en muchas ocasiones decide que “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
Cuando procrastinamos es porque nuestro cerebro detecta que algo es “peligroso” para nosotros (cuando simplemente es algo que no nos gusta o no nos aporta placer instantáneo) y de manera automática e instintiva busca otros circuitos, excusas o acciones que nos aportan placer para evitar que hagamos esta cosa en cuestión. Es como si nuestro cerebro se quedase paralizado analizando la situación porque mientras estamos en parálisis no hacemos aquello que no nos gusta, que el cerebro identifica como algo malo.
¿Cómo podemos combatir a nivel cerebral la procrastinación?
Lo que podemos hacer para combatir la procrastinación es enseñar nuevas estrategias a nuestro cerebro. Mediante estas estrategias le enseñaremos que aquello que no queremos hacer no es peligroso o bien que no pasa nada si no nos gusta hacerlo. Cuando logramos cortar este circuito, conseguimos combatir la procrastinación.
Parece sencillo, pero no lo es en absoluto, lo sé. De hecho, esto es en lo que se basa la teoría de los hábitos atómicos, que defiende que pequeños cambios son capaces de comportar grandes logros. La teoría de los hábitos atómicos aborda por qué es tan fácil caer en los malos hábitos y tan complicado seguir los buenos, una definición que puede encajar perfectamente con la procrastinación.
Nos es más sencillo quedarnos en el sofá o limpiar el horno que preparar los papeles para el gestor (que nos da una pereza terrible). Nos es más agradable mirar una serie que nos engancha hasta las tantas por la noche, que levantarnos a las cinco de la mañana para hacer un poco de ejercicio antes de ir al trabajo.
Reconducir cada caso de procrastinación requiere de diferentes técnicas
No existe ninguna varita mágica ni una única técnica para combatir la procrastinación y conseguir enseñar estrategias para hacerlo al cerebro. Como hemos comentado anteriormente, la procrastinación es algo multifactorial y debe abordarse de diferentes maneras según el caso.
A continuación, compartiré contigo algunos ejemplos de procrastinación que llegaron a mi despacho y que conseguimos corregir con técnicas que permitieron reeducar el cerebro.
Julia procrastinaba ir al gimnasio
Julia era incapaz de levantarse por las mañanas para ir al gimnasio. Por más que se lo propusiera no había manera. Se repetía una y otra vez “de mañana no pasa” y no lo conseguía. En cambio, con una facilidad enorme se enganchaba al televisor por las noches hasta bien entrada la madrugada.
Mediante la aplicación de técnicas conseguimos desactivar lo que hacía que se quedara hasta tan tarde mirando la tele para, de manera inconsciente, evitar tener que madrugar e ir al gimnasio
Elena detenía el despertador y seguía durmiendo
Lo había probado todo: cambiar el tono de la alarma, dejar el teléfono alejado de la cama para tener que levantarse… y no había manera. De forma automática Elena paraba el despertador y seguía durmiendo. Su cerebro lo tenía clarísimo: detengo esto que me molesta y no me genera placer (la alarma que indica que tengo que levantarme) y sigo durmiendo.
En su caso, las técnicas se enfocaron a detener la respuesta automática ante el sonido del despertador.
Martín era incapaz de recoger la casa después de comer
Era terminar de comer y quedarse frito en el sofá. Esto conllevaba que lo de recoger la mesa, la cocina y demás quedase siempre pendiente. Su cerebro pensaba: con lo bien que estaré ahora echándome un siesta en el sofá, ¿tengo que recoger la cocina? La siesta me aporta placer y recoger no. Su cerebro lo tenía clarísimo.
Con Martín trabajamos técnicas para que no se quedara dormido sin antes haber recogido.
Si después de leer este artículo, ves claro que están procrastinando en algún aspecto de tu vida, te invito a escribirme. No será sencillo, pero te acompañaré a conseguirlo.